Un Reto a la Razón

Ensayo
por Juan Carlos Starchevich

Luego de un retiro espiritual de seis días “convivencia con Cristo” al principio del año 2000, en la Casa de Retiros de la Diócesis San Fernando, en Puerto Tirol, Chaco, tuve el deseo de expresar en forma escrita el fruto de los razonamientos producidos a raíz de esa experiencia.

Lo publiqué el 8 de marzo del 2000 (miércoles de ceniza). Se trata de una experiencia vivencial de la pasión de Cristo interpretada por nosotros mismos (durante el retiro); cada uno de los presentes desempeñaba algún papel a lo largo de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo…; pero aquí te lo cuento con más detalles:

Contenido
Introducción>>
  1. Noche de azotes y calabozo>>
  2. Entre golpes y atropellos>>
  3. Vía Crucis
    1. Primera Estación: Jesús es condenado a muerte>>
    2. Segunda Estación: Jesús carga su cruz>>
    3. Tercera Estación: Jesús cae por primera vez>>
    4. Cuarta Estación: Jesús encuentra a su Madre>>
    5. Quinta Estación: Simón de Cirene lleva la cruz de Jesús>>
    6. Sexta Estación: la verónica enjuga el rostro de Jesús>>
    7. Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez>>
    8. Octava Estación: Jesús exhorta a las mujeres de Jerusalén>>
    9. Novena Estación: Jesús cae por tercera vez>>
    10. Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras>>
    11. Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz>>
    12. Duodécima Estación: Jesús agoniza y muere en la cruz>>
    13. Decimotercera Estación: Jesús yace muerto en los brazos de su madre>>
    14. Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado>>
    15. Última estación: frente al Santísimo>>


Introducción

Padre, perdóname por mis actitudes ante los destellos de este mundo tan hermoso, pero más que todo, te pido perdón por valorar más a la obra que a su creador. Perdóname por no verte en ellas.

Cuando buscamos el sentido de la vida hacemos como un análisis de preguntas y respuestas allá en lo profundo de uno mismo, allá donde se encuentra el sentido de la vida, en el corazón mismo, mediante un mecanismo que busca e interpela, que conduce y analiza, y recibe el nombre de Razón que es como un vehículo del corazón que abre caminos en la existencia entre lo humano y lo infinito para encontrar el fundamento de las cosas y en ello el sentido de la vida.

Podemos decir entonces que la razón es el vehículo del corazón que busca el sentido de la vida, de la existencia y de las cosas.

La Neo-Ciencia también ha modificado este concepto porque toma la razón como el vehículo del cerebro humano que busca y quiere demostrar el significado de toda la existencia.

Si hacemos una diferencia entre ellas, podemos analizar primeramente la magnitud de su realidad. En primer lugar nadie ha medido el tamaño del corazón humano, no me refiero a aquel elemento del sistema circulatorio encargado, entre otras grandes funciones, de hacer circular la sangre por todo el sistema, sino a aquel lugar donde se encuentran las grandes cosas de la existencia como el sentido de la vida, el amor, el dolor, la felicidad, la alegría, la Fe, la verdadera Ciencia que viene de Dios y constituye uno de los Dones del Espíritu Santo. Es aquel que nunca se llena con ninguna cosa porque aunque se posea el mundo todavía se encuentra casi vacío. Me refiero a aquel lugar que fue creado a imagen y semejanza de Dios, Padre Creador de todas las cosas, por lo tanto tan sólo Él puede llenarlo y con Él mismo. En este caso la razón está vinculada a las grandes cosas que están en el corazón y comparten con ella su sitio.

El cerebro humano es como un laboratorio y trabaja en base de comparaciones. Siempre que ve algo nuevo primero compara con todas las otras cosas conocidas, residentes en la memoria, para ver a cuál de ellas se parece o asemeja. Si no encuentra algo parecido o semejante se ve envuelto en un gran problema y debe someter a esta “cosa nueva” a una serie de análisis y pruebas, que puedan caber en el espacio de este complejo pero finito laboratorio humano llamado cerebro.

De hecho que existen muchas cosas que caben en él, y por esto los mecanismos e investigaciones que se articulan en este lugar se han mal denominado Ciencia, puesto que solo se ha tomado un sector de ella, porque la verdadera Ciencia es aquella que se ha ocupado en el proyecto de la creación del universo, en la creación de la naturaleza y de las cosas materiales que existen en él, haciendo y formulando las leyes naturales y las leyes físicas para que el universo se comporte de un modo tal que pueda esperar en la historia de la creación al hombre y al desarrollo de él mismo, para que pueda investigarlas, entenderlas y aplicarlas en el mismo sentido con el cual fueron creadas. El mismo que ha creado el universo ha hecho las leyes de la vida para que tanto los minerales, vegetales, animales, seres humanos, espíritus, ideas, sentimientos, pensamientos, en fin, todo lo que existe, todo lo que imaginamos y todo lo creado que no alcanzáramos a conocer, descubrir ni imaginar, para que podamos descubrirlas y continuar, con el Todopoderoso, la obra de creación en el mismo sentido con el cual fue planeado por el Creador.

Estas cosas no pueden residir en el cerebro y solo parte de algunas de ellas podrán ser interpretadas y explicadas. Si esto no es así, entonces ¿dónde estaba el científico cuando se estaban creando todas estas cosas y en ellas la formulación de sus leyes? Está muy claro que para que una cosa creada subsista y funcione debe tener sus leyes de existencia y de funcionamiento porque de otro modo no existiría.

Si uno puede razonar con el corazón, las cosas también pasarán por el cerebro para que puedan ser explicadas, porque el cerebro no está aislado del corazón del hombre. El problema más grande es cuando nosotros mismos lo aislamos cortando el sustento madre que es el corazón. Cuando las cosas se analizan con el corazón vemos en nuestro cerebro dos naturalezas, una comprensible, y otra vivencial, que no caben en este extraordinario pero finito laboratorio de la cabeza. A estas dos naturalezas se merecen dos reacciones: explicación y adoración.

El cerebro es continuamente alimentado por el corazón y el corazón es el lugar donde habita la sabiduría, que es de Dios porque es otro de los dones del Espíritu Santo. Por este motivo muchas veces nos vemos sorprendidos por mociones del corazón y decimos: ¡Tengo una idea! El problema es cuando luego de esto digo: ¡Qué grande soy! ¡Soy un genio! Tal vez esta idea sea la última y esta misma luego se achique y no me permita obtener los frutos con la cual fue iluminada. Aquí la reacción fue muy mezquina y egoísta, ha faltado a la adoración, y la explicación se vuelve mediocre y con muchas falencias, como por ejemplo cuando llega la luz en la idea de encontrar la ley de la medicina, existente en la naturaleza, que pueda desarrollar analítica y técnicamente la vacuna contra la gripe. Hoy muchos vacunados viven engripado porque solo ha alcanzado a combatir algunos de los tantos gérmenes de esta enfermedad. Lo más curioso de todo esto es que estos mismos científicos niegan la existencia de Dios, a pesar de tener la evidencia totalmente palpable y demostrada en ellos mismos que “esa idea” no fue fabricada por sus cerebros sino que ha llegado de otro lugar y en un momento no planeado. Esta es la conducta de un ciego y necio que quiere y se auto proclama conductor y sabio.

Muchas veces se hacen pasar por humildes tomando posturas exteriores con la cabeza gacha y la cara de un mártir, pero interiormente revientan de soberbia esperando los aplausos y el reconocimiento del mundo. Aquí se entiende perfectamente que la verdadera humildad consiste en proclamar al dador de esa idea, y verdadero inventor de todas las cosas, independientemente de las posturas exteriores.

Si dentro de esta idea levanto los brazos en agradecimiento y adoración a aquel que me ha iluminado la explicación realmente será científica y producirá muchos frutos, porque cuando el que recibe agradece, es muy probable que vuelva a recibir mucho más. Es necesario destacar que quién ilumina es la misma y única Luz por excelencia, siendo al mismo tiempo el Método o Camino por ser el autor de las leyes, la Verdad, porque las cosas sólo en Él tienen consistencia, y la Vida, por que al seguirlo, encontramos una plenitud de sentimientos y una intensidad de vivencia que jamás imaginamos.

Es necesario y urgente abrir de par en par las puertas del corazón hacia lo infinito, para que de este modo podamos encontrar todas las leyes en su verdadera magnitud, y hacia los demás, para hacer de este mundo un mundo más humano.

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1. Noche de azotes y calabozo

Padre, si no encuentro tu mirada, mi vida se muestra vacía.

Quiero interpelar a la razón con un acontecimiento que me dejó preocupado y en esto invito a la ciencia del cerebro para que camine conmigo en esta reflexión.

Hace muy poco tiempo unos amigos míos representaron en forma vivencial lo ocurrido con Jesús en el Monte de los Olivos, dos de ellos, David y Dante, hacían de guardias del Templo y el Padre Roberto era Jesús.

¿Cómo explica la razón, la oración de Jesús por su pueblo Santo? Sería conveniente leer en el Evangelio de Juan el capítulo 17. ¡Con qué amor se dirigía al Padre! Sabiendo que aquellos que amaba lo iban a condenar. ¿Dónde nace este amor que mezclado con dolor hace sudar sangre? ¿Cómo se explica el sentido de la vida, si para lo que es locura para el mundo para él era su misión? ¿Dónde estás, razón, que no te encuentro?
Padre, te alabo por tu grandeza, te admiro en tu ciencia y te adoro en tu sabiduría, porque con tu simpleza confundís a la ciencia de este mundo, dejas en ridículo a aquellos que se engrandecen en sí mismos, y los enredas entre tus pequeñas cosas a aquellos llamados sabios. Te doy gracias mi Señor porque, siendo tan grande, cabes en lo pequeño a tal punto que cuando Tú estás en él, este pequeño parece grande, científico y sabio.
Continuando con la representación, vienen los dos amigos que cumplían la función de guardias del templo, lo toman de la ropa y del brazo al P. Roberto, que hacia de Jesús, como si fuera una despreciable basura inmunda y lo levantan con violencia y brutalidad, abriéndose paso entre todos los espectadores que estábamos en el lugar. Lo llevan como al más despreciable de los vivientes a los empujones y con urgencia, mientras el P. Roberto no reaccionaba de ningún modo, se mostraba muy débil y muy tierno como para aplicarle semejante fuerza, y con el rostro dirigido hacia el suelo fue llevado como aquel trapo viejo arrojado al capricho de cualquier viento.

Todos los presentes nos quedamos con la cabeza llena de preguntas y una sensación muy rara en nuestro interior. Roberto, además de ser sacerdote, es nuestro amigo, tiene una estatura normal y es un joven de nuestra edad. Frente a estos acontecimientos lo comenzamos a querer mucho más que antes de la representación, lo veíamos más amigo, cada vez se metía más dentro de nuestros corazones, y en ese momento, algunos lo veíamos como al hermano más amado que, sin culpa, estaba sometido a la barbarie y a una brutalidad sin sentido, otros lo veían como a su propio padre que era arrastrado por la locura y la injusticia, otros lo veían como a su hijo más amado que era víctima del atropello y de la irracionalidad.

Realmente queríamos actuar en su defensa y quitarle de las manos de aquellos que lo apresaban, pero ellos también eran nuestros amigos y como sólo era una representación, tan solo nos quedamos mirando con nuestro cuerpo quieto y un dinamismo interior que masticaba algo muy amargo y que experimentaba un sentimiento muy doloroso, porque al mismo tiempo de la representación, estábamos pensando en el hecho real de lo acontecido con Jesús.

Cada vez que pienso en Jesús, ya sea durante la Santa Misa, o durante alguna oración personal o comunitaria, o simplemente en la vida, me acuerdo del Padre Roberto con la cabeza gacha, con humildad y simpleza en manos del atropello, de este modo, lo siento a Jesús más querido, más amado, más metido en mi corazón.

Aquí aparece otra cosa que confunde mi razón, Jesús se metió en Roberto y en Roberto lo quiero más a Jesús. Roberto se metió en Jesús y en Jesús lo quiero más a Roberto.
Jesús, Señor de las cosas simples, que hasta en una simple representación te haces presente, así como te haces presente en un simple pedacito de pan de la Hostia Consagrada en la Sagrada Eucaristía, con todo tu esplendor, tu misterio y tu corazón. Tan solo es cuestión de saber mirarte en la simpleza de las pequeñas cosas, con amor, para descubrirte, en ellas, a Ti mismo, y en Ti, la naturaleza de las cosas según el Padre Creador.
Hoy te ruego, mi Señor, que me ayudes a mirarte en aquella persona que odio y que detesto, en esa persona que rechazo y que desprecio, en aquella que le siento nauseas o que me ha traicionado, en quién me ha golpeado o me ha causado algún daño, y hagas vivir en mi mente y en mi corazón esta misma representación tantas veces como enemigos tenga, cambiando la actuación de Roberto por cada uno de ellos, y así, por la gracia del amor en tu presencia pueda verte a Ti en cada uno de mis enemigos y a cada uno de ellos en Ti, para que de este modo y con la fuerza de tu misterio, pueda perdonarlos a todos y a cada uno, y así podré hablarle al Padre del amor con la dignidad de un verdadero discípulo tuyo: “Padre, perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden”, y entonces podamos comer con alegría ese simple pedacito de pan con tu presencia y con toda la realidad de la Comunión.
Así como se han traído de la historia estos acontecimientos al presente, del mismo modo, viajo desde el presente hacia la historia, me sitúo en el tiempo y lugar de los hechos y analizo mi postura frente a la misma situación. ¿Será que iba a actuar en su defensa? ¿Es posible que espere la llegada de otro que lo rescate? ¿Será que tenía miedo de que me golpeen o me maten si intervenía en el rescate? ¿Es posible que, por miedo al dolor carnal, deje que maltraten a mi mejor amigo, a mi hermanito más querido, a mi papá, o a mi pequeño hijo?

¿Y si no lo conocía? ¿Podría haber dicho o pensado: “Si la ley lo condena por algo será”, justificando los métodos que en ese entonces se usaban? ¿O será que estallando en carcajadas hubiera dicho: ¡Mira como lo llevan?

Un amigo lo delató dándole un beso como símbolo del amor de Jesús, en la razón del corazón. Y de la traición del hombre, en la razón del cerebro.

También existió uno que, venciendo todos sus temores, se lanzó al rescate y en vez de rescatar terminó siendo rescatado por la misma víctima de su dolor, encontrándose en un mismo punto la razón del cerebro, entre la impotencia de la incomprensión, y la razón del corazón, en la fuerza del amor que hace la voluntad del tan amado Padre.

Jesús no deja nada en el olvido, y todo accionar en su nombre lleva consigo su recompensa. Los dos se han equivocado. Pero el que lo entregó, en esa entrega también sin darse cuenta ha entregado lo que Jesús había puesto en su corazón, quedándole un vacío que ha desolado su vida de una forma tan espantosa que tuvo que ahorcarse. El que se lanzó en su defensa aplicó las dos razones frente al mismo hecho, por un lado, la razón del corazón lo lanza hacia Jesús, por el otro, la razón del cerebro obstaculiza la voluntad de Dios, pero la razón del corazón, que es el amor, hace desaparecer el error, que es la razón del cerebro, cuando ambas se encuentran en un mismo acontecimiento.

Por este hecho, al querer retener a Jesús, retiene en su corazón y en su vida todos los regalos que Jesús había puesto en él, y como si esto fuera poco, entre tantas otras cosas y por haberlo proclamado Hijo de Dios y Señor, Jesús le ha dado los atributos de primer Juez de su Iglesia, a tal punto, que lo que resuelva en la tierra sea confirmado y refrendado por el mismo Jesús en el Cielo.

Lo que para la razón del corazón es un Misterio con Luz, en la razón del cerebro constituye irracionalidad y confusión. Cuando se juntan las dos, el hombre enceguece dando rienda suelta a sus impulsos.

Volviendo al presente. ¿Cuál es mi actitud ante un ser sufriente? ¿Cómo se explican estos hechos? ¿Acaso el cumplimiento de una ley es superior que la razón de la justicia?

¿Qué es la justicia? ¿Cómo puedo saber si una ley es justa o injusta? ¿En qué debo basarme? ¿En mis sentimientos, en una doctrina, en una ideología, en un capricho o debo aceptarla del lado que venga en función de los que gobiernan? De aquí surgen mis actitudes sociales y mis responsabilidades cívicas. ¿Dónde está la verdad? ¿Quién soy? ¿Dónde estás, razón, que no te encuentro?

Continuando con la representación, entre apuros y empujones, lo llevan a Roberto hacia el interior de un edificio y luego de una muy pequeña pausa mientras se ocultaban, comienzan a golpear con un cinto en un piso de mosaicos y estos sonaban tan fuerte que hacían volar la irracionalidad y el dolor en nuestro silencio.

Jesús soportó en silencio cientos y cientos azotes del flagelo y en cada golpe le arrancaban pedazos de su carne en esa violenta y larga tortura.

Pensar que este hecho se ha realizado tan solo para congraciarse el Gobernador con los acusantes de Jesús.

Aquí se mezclan dos leyes, por un lado la interpretación de la Ley de Dios según la razón de aquellos que la administraban y por otro la Ley del Estado según la razón del Gobernador.

Si se hubiera usado la razón del corazón, como José de Arimatea, es posible que se pueda encontrar el corazón de la Ley de Dios y en ella sancionar las Leyes del Estado. Porque ¿De qué otro modo se puede encontrar Misericordia? ¿Bajo qué parámetros podemos establecer la Justicia? ¿Qué razón usan los Gobernantes, Jueces, Fiscales, Defensores y los demás Abogados? ¿Cuál es la razón que uso en mi accionar cotidiano?

Siendo que todo este sufrimiento ha sido por mí. Por cada injusticia según la justicia de Dios a la luz de la razón del corazón, porque la justicia según la razón del cerebro fue la que hizo la Ley que condenó a Jesús. Esta misma razón hace de esta realidad una ficción y hace de este relato un sensacionalismo porque fue la misma razón que calificó de loco a Jesús y se burlaba de él. ¿Cómo se puede entender que este hombre sufría hasta para salvar aquellos que lo torturaban? ¿Cómo explicar que también lo hacia por aquellos que de Él se burlaban, lo escupían, le ponían zancadillas, una corona de espinas que se la clavaron a golpes en su cabeza, y por aquellos que veían la flagelación del mismo modo que se ve un número del espectáculo de un circo? ¡Qué difícil es sufrir por alguien que no comprende! ¿Cómo se puede amar a esta gente? ¿Será que su amor al Padre era tan grande que no tomaba en cuenta estos hechos? Tal vez sea esa la fuerza del amor que lo mantenía firme en este camino del dolor y lo hacía soportar en silencio cada azote del verdugo, cada burla, cada incomprensión y por este mismo amor encima de esto los amaba. ¿Cómo explicar el dolor del amor por aquellos que no comprenden? ¿Qué es el amor? ¿Qué es el dolor humano, que se manifiesta interiormente? ¿Dónde estás, razón, que no te encuentro?
Padre, no sé que decirte, tan solo te pido perdón.
Dios te salve María, Madre de Jesús, Madre de los dolores, Madre mía. Hoy me siento avergonzado de ser como soy, te ruego que me enseñes y me ayudes a vivir y me hagas ver con los ojos del corazón en la luz del Espíritu de Dios. El ruido de los azotes llena mi silencio de incomprensión y dolor, mientras que en tu silencio una espada ha atravesado tu alma desgarrando sin piedad tu tiernísimo corazón. María, Custodio Viviente de La Santísima Trinidad, te ruego que me permitas estar en tu presencia para acompañar en silencio tu dolor. María, Templo de Dios construido con arcilla de su mismo corazón, haciendo de Ti una obra sin mancha, porque no estás mezclada con la arcilla del mundo. María, sin pecado original, Templo simple en forma de vasija humana que puede contener, sin romperse ni fisurarse, la presencia del infinito. María, Virgen sin mancha, creada con tanta generosidad que hasta te quedaba arcilla para envolver la misma Gracia de Dios haciendo de Ti su Trono y su Santuario. María, Virgen Santa y Madre, que has dado de tu arcilla el ropaje que podía envolver la propia esencia del Altísimo para hacerse carne en Ti haciendo realidad la concepción de su propio Hijo. María, madre de los consuelos, que cubres con tu manto los corazones doloridos, hoy te acerco yo el mío, y al mismo tiempo, y de esta misma forma, me declaro necesitado de Aquél que te llenó de su Gracia y te cubrió con su sombra.
Padre, guíame Señor por tu justicia. Ábreme camino entre la multitud y la barbarie, puesto que me encuentro dentro de ellas y no puedo salir. Conecta mi cerebro al corazón, pero te ruego mi Señor, que renueves toda mi vida y saques mi corazón poniendo en su lugar el tuyo, porque yo no se como se ama, y con tu amor voy a poder obrar con tu justicia haciendo tu voluntad, porque, Señor, la verdadera Justicia es hacer tu voluntad. Amén.
Como cierre de esta noche, ya no volvimos a ver a Roberto porque se meditaba la prisión de Jesús.

Jesús estaba en la cárcel, prisión o calabozo, un mismo nombre y un mismo lugar donde se encierran la justicia y la injusticia. Este mismo nombre hace huir a los Cristianos, a los Apóstoles y apostolados. Luego de la terrible tortura Jesús descarnado y dolorido, estaba quien sabe en qué incómoda posición, mientras se le enfriaba el cuerpo y dolían más las heridas, músculos y huesos en esa mezcla de Purgatorio-Infierno terrenal, mientras que ningún amigo, ni simpatizante, ni deudor de alguna Gracia o consejo de vida, se hayan acercado a la puerta del calabozo aunque solo sea para acompañar en silencio su dolor. En esto mismo el Cristiano se ha adherido al látigo del verdugo, porque mientras ellos les daban golpes externos, sus amigos lo desgarraban internamente con el látigo de la ausencia. En este momento ¿A quién le diría Jesús: Vengan benditos de mi Padre, porque estuve preso y me visitaron?

Cuando descansaban sus verdugos en la aplicación de los golpes, comenzaban sus amigos y simpatizantes que, no conforme con la ausencia, hasta negaban haberlo visto o conocido. Esto profundizaba más sus heridas cuando entre burlas y carcajadas le decían ¿Dónde están tus amigos?

Siendo que esta era la última actividad de la noche, con esto cerraba la programación diaria y comenzaba el tiempo de descanso. Mientras que los demás habían ido a sus camas, Pablo, un amigo de Gral. San Martín, y yo, al no poder acostarnos porque nos iba a ser muy difícil conciliar el sueño, nos sentamos en el muro frente de mi dormitorio, y en un mano a mano con el mate, comenzó a pensar cada uno por su cuenta y nadie decía nada, tan solo se respiraba silencio. Por ahí se acercaba José, un amigo de Resistencia, y tal vez algún otro que, sin romper el silencio, se tomaban un par de mates y se retiraban a sus cuartos quedando nuevamente con Pablo. De tanto en tanto nos mirábamos para ver si alguno decía algo, necesitábamos romper el silencio pero ninguno podía formular palabra alguna, tampoco tenía el valor de mirar al cielo. Sentía un vacío interior tan grande que daba miedo y tenía deseos de abandonar este encuentro porque era demasiado duro para mí. He asistido al mismo casi vacío y en este momento ya no me quedaba nada, tan solo quería huir de allí, entonces, entre mates y trasnochada, como no me animaba a mirar al cielo, dirigí la mirada hacia la ruta donde pasaban autos y camiones. Me puse a pensar sobre mi futuro y desde este lugar donde estábamos sentados parecía notarse con mayor claridad la redondez, en su esfericidad, de la tierra. Comencé a imaginar el destino de estos camiones y se me hacía que dentro de un tiempo darían toda la vuelta al mundo y volverían a pasar por el mismo lugar, a la misma velocidad y en la misma dirección y sentido. Era como la vuelta del mundo de un parque, que en cada vuelta regresaba al mismo punto de partida y comenzaba una nueva que hacía el mismo recorrido, se encontraban diversiones y entretenimientos por el camino, pero siempre pasaba por el mismo punto de inicio, y el destino final era el mismo punto de partida, y así se puede envejecer toda la vida entreteniéndose entre las cosas y regresando siempre al mismo lugar de origen. Parece que el sentido de la vida, del mundo, se parece mucho a esto. Entonces, si me iba de aquí realmente no tenía donde, no me gusta el sentido de la vida del mundo porque de él he venido casi muerto, entonces, luego de tres termos de mate, rompimos el silencio y comenzamos a hablar con Pablo compartiendo estas ideas. Como el tema central era Jesús encarcelado y sufriente uno tiene una sensación muy rara que deja un sentimiento amargo, pero a pesar de todo esto había que velar con Él porque sea como sea no había otra alternativa. Jesús preso y reducido a nada prometía más que todo el mundo, entonces con ese pensamiento nos fuimos a dormir en paz, porque dentro de esta tierra del vacío ya estaba brotando una esperanza.
Jesús, mi Señor, mi Rey, mi Amigo, hoy te ruego que, dentro de mi silencio, me permitas estar en la puerta de tu celda, para poder acompañarte en tu dolor. Yo no puedo entender estas cosas, siento vacío, siento miedo, siento dolor. Estas cosas me espantan a tal punto que, por mi cobardía, quiero pensar en otra cosa y pienso en huir. Pero si pienso en otra cosa solo encuentro el mundo de las máscaras, y si huyo es la muerte sin consuelo, porque aunque anule mi cerebro mi corazón va a marcar tus heridas en mi alma. Tan solo recibe mi compañía para que en mi vacío sienta que sin Ti no soy nada, para que en mi miedo sienta que si me aparto de Ti tan solo me queda la muerte y para que en mi dolor pueda encontrar tu amor y por medio del mismo Espíritu que te dio la vida pueda acariciar tu corazón con el mismo amor del Padre para aliviar tu dolor. Bendito y alabado seas mi Señor que hasta en tu nada brilla la esperanza.
Existe la certeza de que hoy mismo está Jesús en las cárceles, prisiones y calabozos en aquellos que tal vez se han equivocado o en aquellos que hace mucho tiempo están esperando su juicio y en él su sentencia y hasta puede darse el caso de que sean inocentes pero no se resuelve su causa por alguna razón burocrática de los Jueces, o porque no tienen para pagar un abogado, o porque los defensores oficiales no tienen tiempo o porque no tienen influencias. También pueden estar soportando dolores externos mediante castigos injustos y dolores internos fruto de la ausencia. Existen muchos otros casos de injusticia en estos lugares de encierro que están a la espera de la Justicia, según la razón del corazón, y de la visita de algún cristiano.

Entonces se podría preguntar a Jesús de esta manera: Señor ¿Cuándo te he visitado mientras estabas en prisión? Jesús respondería: “Cuando lo hiciste con el más pequeño de los míos, conmigo lo hiciste”.

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2. Entre golpes y atropellos

Padre, no me dejes elegir lo que no es tuyo. Tómame fuerte de la mano porque este parque de diversiones ha sido adulterado.

Al día siguiente, y como si esto fuera poco, de entrada y en ayunas tuvimos que presenciar otros actos desagradables y dolorosos. Mientras Dante cumplía la función de juez, según la situación y lugar donde era enviado Roberto, que hacía de Jesús, David cumplía la función de colaborador del juez. Ante una respuesta sincera de Roberto al juez, David le pegó un tremendo golpe con la mano abierta en la espalda de Roberto que lo hizo desplazar hacia delante provocando un gran ruido que nos terminó de despertar a aquellos que estábamos medio dormidos, y quedamos todos muy sorprendidos porque esta representación comenzaba a parecer real.

Me llamó mucho la atención la actitud de Roberto, que a pesar de que era una representación, él no mostró ninguna reacción, tan solo dijo “¿por decir la verdad me pegas?”

Aquí también busco el significado de estos hechos. Me cuesta interpretar esta parte y me está llevando varios días sin ideas ni comentarios al respecto. ¿No será que me estoy identificando con aquellos que representaban Dante y David y esto me ha dejado sin palabras ni oraciones al Señor? También puede ser que la mansedumbre de Jesús frente a la violencia me ha inhabilitado para seguir pensando, porque hay que tener mucho valor como para poder soportar golpes, injurias, insultos y mantenerse manso del mismo modo que si un gigante recibe un pequeño golpe de un niño.

En este punto, y sin rodeos, se marca unos de los problemas más grandes de mi vida. Qué feliz me sentiría si pudiera tener aunque sea un poco de esa grandeza de Jesús.

Aquí entiendo un poco mejor que significa ser hombre, porque hay que ser muy hombre, a imagen de Jesús, como para poder tener la conducta de un gigante y poder soportar de pié y con mansedumbre todas las cosas que nos golpean y que no necesariamente son injusticias, porque muchos golpes recibimos por ser necios y por apartarnos de la verdad. También se da el caso de golpear al débil y no necesariamente con un golpe físico porque hay muchas formas de agredir, de lastimar, de usar un poder actual para someter injustamente a alguien que de nosotros depende.

Y aquí invito a la razón para que me explique algunas cosas. ¿En qué se basa la grandeza del hombre? ¿Qué es el hombre? ¿Cómo es posible que una misma persona y con la misma esencia, desde el escenario del súbdito, esclavo, dependiente o gobernado, clama justicia, mientras que desde el escenario del poder es injusto? ¿Cómo es posible que haya tanta diferencia en las actitudes del hombre según Jesús y según el mundo?

Ha llegado la hora de designar a una de las dos razones para que sea la compañera de camino. Está muy claro que no existe compatibilidad entre Jesús y el mundo, del mismo modo que no existe compatibilidad entre la razón del corazón y la razón del cerebro. Esta designación también pide en forma definitiva tomar una postura y una delicada elección. Si elijo la razón del cerebro en sí misma es porque he optado por el mundo como camino y fin, mientras que si quiero tener como camino y fin a Jesús debo elegir la razón del corazón. Solamente de este modo va a haber coherencia entre caminante y camino.

Esta elección nos exige inmediatamente una urgente conversión. No se puede caminar en más de un camino al mismo tiempo, porque siempre se tendrá un camino patrón y los demás serán ficticios y sin nada de realidad, y nuestro destino también será totalmente irreal y carente, en su totalidad, de verdad. Me he dado cuenta que dentro de la elección del camino, uno busca el “Yo”, y en base de esto trata de encontrar algún camino que justifique esta elección egoísta de tal modo que el camino se adapte íntegramente a mí mismo, como conductor, principio y fin.

Dentro de estas elecciones me doy cuenta que una persona toma sectores de distintos caminos que conducen a distintos destinos, tan solo por el hecho que se adapten estos sectores tomados como medios, para llegar a un supuesto plan particular de auto realización personal. Entonces tomamos parcialidades de distintos caminos y nos aferramos a estos solamente en forma afectiva, dentro del campo de la sensiblería epidérmica, haciendo de nuestra religión una secta, por tomar solamente sectores de distintos caminos.

De este modo es imposible ver a Dios, por lo tanto esta persona ya no es hecha a imagen y semejanza de Dios, sino que esta persona se hace un dios a su imagen y semejanza, de tal modo que si alguna vez tuviera la gracia de encontrarse con Jesús, no lo reconocería, porque el Jesús fabricado desde su propia y egoísta imaginación no se parece en nada al Jesús real.

Es necesario purificarnos y optar por un solo camino, dejando todos los fragmentos de los otros, para que nuestro caminar sea real y posible. No se puede seguir a Jesús y al mundo al mismo tiempo, ni a un fragmento o sector de Jesús y fragmento o sector del mundo, porque nuestro caminar no sería real y no llegaríamos a ningún destino, porque el destino fijado no es real puesto que solo existe en la imaginación, por lo tanto en vez de llegar al cielo se llegaría a una confusión, porque en vez de seguir una realidad, se deja guiar por un espejismo.

Es muy urgente la necesidad de tomar una postura concreta, de dirigir la mirada hacia un objetivo claro y totalmente real, del mismo modo que la Verónica, que puesta su mirada en Jesús se abría paso entre la gente para llegar a Él, sin importarle por donde tenía que pasar, tan solo tenía su mirada fija en Jesús y caminaba a su encuentro. Esto se llama Conversión.

Aquí es necesario destacar que la Verónica era una desconocida, era una más de la masa humana, pero cuando pone su mirada en Jesús y se abre paso entre la gente para llegar a Él, su nombre y su persona se hicieron importantes, a tal punto que se distinguía de los demás y figura para siempre en el Evangelio. El Papa Juan Pablo Segundo, en honor de esto, le ha escrito una poesía a la Verónica: “Nace tu nombre entre la gente que primero vio cuando tú abrías el paso. Tu nombre nació de aquel al que estabas mirando”. Esta debería ser la poesía de todo Cristiano.

Es un hecho que cuando uno se convierte a Jesús, se distingue de los demás y es mirado de una forma diferente por aquellos que forman parte del mundo. Aquí nace la personalidad cristiana y esta persona se distingue de las demás, y desde el comienzo del camino, y porque has caminado con tu mirada fija a Jesús, “tu nombre nació de aquel al que estabas mirando”.

Bendito y alabado seas, por siempre, mi Señor Jesucristo que querés y podés cambiar al hombre y al mundo transfigurándolo.

María, madre de Jesús, y en Él, madre de todos los hombres, porque no hay ni si quiera un solo hombre que se pueda igualar a tu hijo, el Hombre, el Hijo del Hombre. Solo en Jesús se puede ser hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Solo en Jesús se encierra la hombría y la totalidad de los hombres. Por eso, por ser la madre de Jesús, ya eres la madre de todos los hombres, y por Jesús, todos los que lo amamos somos hijos tuyos y nos transformamos en hombres potenciales para que dentro de nuestra continua conversión cada vez nos parezcamos más a Él. Hoy te ruego, madre mía, que guíes mi vida del mismo modo que guiaste la vida del niño Jesús, porque quiero ser un hombre. Madre bendita, tan solo Tú puedes hacer esto, porque en la historia de la creación hay y habrá tan solo un hombre, Jesús, y una sola madre, Tú, María, por lo tanto sin pensar más y ahora mismo, me consagro totalmente a Ti, te consagro toda mi vida, mi familia, mis hijos, mi trabajo, mis estudios, mi casa, mi todo y te ruego que Tú seas mi madre y la madre de toda mi vida, de los que de mi dependen y de los que dependemos, para que nos hagas encontrar en Ti y desde Ti a tu hijo Jesús, y en Él, el gusto de vida nueva que es el don que nos ha regalado el Padre y se llama Espíritu Santo.
En estos días estaba pensando en el significado de ser cristiano. Para comprender tan solo una parte de esto me puse a pensar el significado de ser hombre, según el mundo, y según Jesús.

El hombre, según el mundo, entre tantas cosas, toma la parte animal del ser humano y evalúa su hombría en un “machismo”, toma como parámetros la fuerza física, la brutalidad, la agresión, etc., según el espíritu del mundo que no es Santo, ni está vivo, y que tan solo parece tener vida cuando se vive en su fantasía. Cuando se es más macho (más animal) entonces se es más hombre.

El hombre según Jesús es el encuentro de dos regalos, el de Dios al humano y el del humano a Dios.

El regalo de Dios es Él mismo, es su propio Espíritu Santo, que es el don de Dios, es vida y se da a nosotros para que en Él vivamos.

Por otro lado está nuestro regalo a Dios, que consiste en nosotros mismos, nuestra persona, nuestra animalidad, nuestro todo para que pueda ser trabajado y gobernado por el Espíritu de Dios, que vive y es real. Si Dios se da a nosotros, nosotros debemos darnos a Él.

Este milagro del encuentro solo lo puede hacer Jesucristo, que es real, está vivo y es el único que puede unir los dos regalos, haciendo de ellos uno solo que se llama Hombre.

Este es el milagro más grande de Dios, por ser el cambio de nosotros mismos, en Él y para Él y Él para nosotros. Esto recibe el nombre de Santidad.
Ven Espíritu Santo, ven Espíritu de Dios que haces de mi miseria un hombre, ven caricia de mi corazón, ven ternura de mi alma, ven corazón de mi corazón, ven don de Dios, ven gusto de vida nueva, ven calor bendito de mi vida, ven Espíritu que me haces llamar Abba al Dios Padre todo poderoso, ven Paráclito del Altísimo, ven amor del Padre, ven corazón de Jesús, ven consuelo de los que esperamos en Jesús, ven, te lo ruego en nombre de Jesús y en Él te proclamo mi Señor, mi dueño, mi Rey, mi vida, ven y obra en mi según la voluntad del Padre, ven y no abandones la obra de tus manos, ven y me declaro necesitado de vivir en Ti, ven y haz de mi un hombre a imagen y semejanza de Dios, ven y que reine en mi el señorío de Cristo por toda la eternidad. Amén.
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3.1. Primera Estación: Jesús es condenado a muerte


Padre, me he tirado a tus pies y he caído entre tus brazos.

Luego, y continuando la representación, los que dirigían la misma dieron lectura al Evangelio donde el Gobernador pregunta al pueblo por la libertad de Jesús o de Barrabás.

Aquí se pone de manifiesto el líder de los que muchas veces se dicen Cristianos practicantes, y aún más, de aquellos cristianos que militan en política.

Ante esta pregunta todos los presentes nos quedamos en silencio esperando las respuestas de los que participaban en este número, siendo que la pregunta también estaba dirigida a nosotros, pero por algún temor o vergüenza o lo que sea, nos quedamos callados, y tres o cuatro participantes gritaron que liberen a Barrabás y que condenen y crucifiquen a Jesús. La vergüenza más grande la tengo ahora por no haber gritado que liberen a Jesús, siendo que la condena de tres o cuatro ha sido decisiva entre el silencio de más de cuarenta y cinco cristianos practicantes.

Así mismo el Señor nos ha amado y bendecido con muchas gracias, siendo que ni siquiera en una simple representación nos hemos jugado por Él.

Estas cosas siguen pasando en la vida y continuamente los cristianos somos consultados por la libertad de Jesús o Barrabás en nuestras cosas cotidianas y por alguna razón o por lo que se denomina respeto humano nos quedamos callados permitiendo que triunfe la injusticia. También existen cristianos que con la bandera de Jesús lo siguen a Barrabás porque este les promete un reino terrenal más fácilmente concretable desde la razón del cerebro, entonces Jesús se convierte en un ser molesto que no debe meterse en las cosas temporales y hay que hacerlo morir porque no sabe de estas cosas. Aquí aparece la postura del cristiano que sigue a Cristo una hora por semana en la misa dominical y todo el resto del tiempo sigue a Barrabás.

Otro error hemos cometido los participantes y tal vez más grande que el anterior, porque cuando el gobernador se lava las manos por no mancharse con la sangre de Jesús nadie se animaba a gritar “que la sangre de Jesús caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Aquí se pone de manifiesto la ignorancia fatal de la mayoría de los cristianos. Pensábamos que si decíamos esto iba a caer sobre nosotros una maldición y no tomamos en cuenta el poder de vida eterna de su sangre.

El amor de Dios es tan grande que, dentro de ese cúmulo de dudas y temores, nos explicaron que ese grito no es una maldición sino una extraordinaria bendición, entonces todas estas ovejitas ignorantes gritamos al unísono, luego de varios intentos, “que la sangre de Jesús caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.
Padre, te ruego mi Señor, que me perdones por dudar de tu amor, te ruego que me perdones por mi cobardía en todos los momentos que no he levantado mi voz para defender la justicia, te ruego que me perdones cuando por mi culpa se ha condenado al inocente. Padre, soy merecedor de todos mis sufrimientos. Te ruego que tengas piedad de mí y me perdones de todos mis pecados.
Te doy gracias por tu infinita misericordia y te ruego que la sangre de tu hijo Jesús, nuestro Señor, caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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3.2. Segunda Estación: Jesús carga su cruz

Se realiza un cambio de personajes quedando José como Jesús. Le hicieron cargar sobre sus hombros una cruz de madera de aproximadamente 3 metros de largo y 1,50 de ancho. Comenzamos a caminar, siendo que el único que llevaba la carga era José, nosotros lo acompañamos con reflexiones y rodillas pensando que no es posible llegar a la gloria sin antes haber cargado sobre nosotros la cruz y caminar como hombres, según Jesús, hacia nuestra muerte, porque si queremos seguir al Jesús de la gloria, debemos seguir antes al Jesús del dolor, y si queremos ser glorificados y transfigurados con Él, primero debemos cargar la cruz y caminar hacia el final, del mismo modo que lo hizo Él, en forma mansa, con total resignación y con un profundo amor a Dios, porque este es el modo de someter nuestro yo para que en mí nazca Él.

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3.3. Tercera Estación: Jesús cae por primera vez
Cuando Jesús cae por primera vez, José se arroja al suelo dejando caer sobre sí la cruz. Si Jesús no hubiese llevado la cruz posiblemente no hubiera caído, y de haberlo hecho su dolor sería menor al no ser apretado por la cruz. Aquí aparecen dos diferencias, la primera es que Jesús realmente cae y no finge su caída generada por el cansancio, el dolor de los latigazos, las burlas, el dolor de la corona de espinas, el peso de la cruz, con mansedumbre, resignación y un profundo amor al Padre haciendo de estos hechos, los signos de la verdadera caída del cristiano. La segunda diferencia marca una caída ficticia representada por José que se arrojó al suelo, porque Jesús cayó. Este es el símbolo del cristiano de hoy que no cae sino que se arroja, renegando de los verdaderos signos de la caída auténtica de Jesús.

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3.4. Cuarta Estación: Jesús encuentra a su Madre

Ella lo estaba aguardando en el camino, y quien sabe con qué dolor. La presencia de una madre fortalece al hijo, y entre la mirada de ellos viajaba quién sabe que misterio.

El hijo, ante el sufrimiento de su madre, aumenta su propia fuerza para aliviarla y disminuir su dolor. Jesús también carga sobre sí los sufrimientos y dolores de su madre.

Su madre también le transmite su fuerza para ayudarle a caminar, del mismo modo que aquel manantial de agua fresca espera al sediento caminante.
María es el signo decisivo y determinante en el camino de Jesús. Si ella no está en el camino del cristiano, existe la certeza que ese no es el camino de Jesús.
Ella es quien nos alienta y fortalece en nuestro caminar, haciendo de nuestra humanidad hombres auténticos a imagen del auténtico Hombre que lleva su ropaje como carne en el Espíritu de Dios, y que ella supo criar.

Así como la cuarta estación es consecuencia de la tercera, del mismo modo, para encontrar a María debemos llevar la cruz con la dignidad de Jesús, caminando con la mirada fija en Él. Solo de este modo nuestras caídas serán auténticas y en ellas encontraremos inmediatamente a María, don de Dios regalado a los hombres y manantial inagotable de agua viva que cura y fortalece al caminante que tiene la mirada fija en Jesús.
María, auxilio de los cristianos, señal del camino que indica el verdadero sendero del amor de Dios. Te ruego que me atraigas hacia Ti con la fuerza del don de Dios que Él te ha regalado. Hoy te suplico con toda mi vida, que me saques de cualquier camino que no sea el de tu hijo y me ingreses en el verdadero sendero de Jesús, así puedo llegar a verte, porque viéndote a Ti, ya puedo caminar con certeza y con total seguridad de que estoy en el camino de la verdad, y mirándote a Ti podré ver a Jesús. Mamá bendita, consuelo de los afligidos, refrigerio del caminante que espera en Jesús, te ruego que me transmitas lo que le transmitiste a Jesús en el camino de la cruz, para que me sienta reanimado y fortalecido en este camino de la vida y del dolor, y así, de este modo, quiero mantener mi mirada fija en tu hijo, mi Señor Jesús, abriéndome paso entre la gente y cargando con la dignidad de un auténtico discípulo suyo la cruz que el mismo Señor del amor me ha dado.
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3.5. Quinta Estación: Simón de Cirene lleva la cruz de Jesús


Nos indicaron que todos juntos podríamos desempeñar ese papel, y sin dudar ni un instante, todos los presentes nos agrupamos debajo de la cruz y la llevamos a cuestas hasta la siguiente estación.

Aquí me llamó la atención que, aún siendo muchos los participantes, todos podíamos caber dentro de la dimensión de la cruz. Estábamos muy juntos pero podíamos caminar con libertad. La cruz se hacía más liviana cuando cada uno sumaba su fuerza individual haciendo de todas ellas una sola fuerza extraordinaria que aún cuando la cruz pesaba exactamente lo mismo, la fuerza del conjunto la hacía sentir liviana.

Para caminar de esta estación hacia la siguiente debíamos pasar por una pequeña zanja de desagüe de calle y vereda, y el que iba en el extremo trasero de la cruz parece que no la vio, porque los de adelante lo tapábamos o por algún descuido fruto de la meditación, el caso es que se tropezó y, para no caerse, se colgó de la cruz, pero como éramos muchos los que la cargábamos aquí pasaron dos cosas, en primer lugar la diferencia de peso fue mínima y totalmente tolerada y en segundo lugar el caminante que tropezó, por no soltar la cruz, quedó colgado de ella y no se cayó.
Bendito seas, mi Señor, y te doy gracias por que no permites que tus hijos caigan cuando se prenden fuerte de tu cruz. Te alabo y te bendigo en tu gloria, porque me regalas hermanos amigos que me ayudan a llevar tu cruz, mi cruz, nuestra cruz, para que en cada tropiezo, la fuerza de estos hermanos, que en Ti, son verdaderos amigos y auténticos compañeros de camino, me mantengan de pie prendido de tu cruz y con la mirada fija en Ti.
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3.6. Sexta Estación: la verónica enjuga el rostro de Jesús

Una mujer hacía el papel de la Verónica y en sus manos llevaba una remera blanca con el dibujo de un rostro, que simbolizaba el rostro de Jesús. Se acercó a José, que representaba a Jesús, y le tocó, con esa remera, su rostro, pero a nadie le llamaba la atención el dibujo que estaba allí porque ya lo trajo de hecho desde afuera.

Aquí veo marcado, de una forma muy firme, el camino de la conversión de aquellos que ya tienen dibujado, tal vez en sus ropas o tal vez en sus corazones, un rostro que, dentro del caminar, no impacta a nadie porque no tiene novedad, así como entró salió, sin presentar ningún cambio. Creo que aquí se marca el rostro de la idolatría, el rostro de aquellos que no conducen a nada, el rostro de los vicios en la droga y esclavitudes, en las desorientadas formas de vida como en la homosexualidad, lesbianismo y pornografía, en falsas concepciones como en todas las ideologías y sectas, en fin en todos aquellos ídolos terrenales que brillan temporalmente en un aspecto de la vida, dando vergüenza en todos los otros.

En ninguno de estos caminos se encuentra María, la Madre de Dios, para alentar al caminante al progreso y desarrollo de los mismos. Esta es una prueba irrefutable que ninguno de estos caminos es el de Jesús.

María tal vez se encuentre muy cerca de alguna esquina de estos caminos de la mentira, pero parada fuera de él, como un cartel que indica un desvío radical hacia el camino de la verdad, esta acción de cambiar de camino se llama Conversión, y María nos ofrece su mano para sacarnos de esos senderos, transformándose en el puente que nos deja en la banquina del verdadero camino que nos muestra a Jesús, esperando que, en cada uno de los que están parados al borde de la verdad, surja la actitud de la verdadera Verónica, que se abre paso entre la gente con la mirada puesta en Jesús, verdadero camino que nos conduce al Padre.

Para enjugar el rostro de Jesús hay que entrar con una camiseta blanca y vacía de dibujos, marcas e insignias y con un corazón limpio y enamorado de Jesús, para que el Señor, nuestro Dios, nos pueda regalar la gracia de estampar su verdadero rostro en nuestra camiseta y habitar para siempre en nuestro corazón.

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3.7. Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez


Me puse a pensar lo difícil que es llevar la carga de aquellos que no agradecen, de los que no entienden, de los que se burlan, de los que lo golpean. También creo que en esta estación parte de la muchedumbre comienza a conmoverse por Jesús, mientras que otros, querían sacar astillas del árbol caído.

Si uno se pone a pensar en la realidad de este hecho, viendo a un hombre tan maltratado, tan golpeado, sin alimentos, lleno de dolores por todos lados, enflaquecido y desfigurado cargando una semejante cruz, recibiendo esos terribles latigazos que, en cada golpe, le arrancaban pedazos de su carne. ¿Por qué? ¿Por que dijo, amaos los unos a los otros como yo os he amado? ¿Por decir la verdad, confirmando ser el Mesías? ¿Acaso, no se lo esperaba? ¿Qué quiere el mundo? ¿Qué busca la razón? Pide justicia y, cuando la tiene, la maltrata sin piedad hasta hacerla morir. ¿No será que se busca una justicia que justifique y apañe nuestra injusticia?

En esta estación Jesús es aplastado por la irracionalidad y la locura del mundo. Aquí ya no es posible seguir llorando un camino doloroso, sino que, mirando a Jesús, en Él debemos mirarnos a nosotros mismos, como en ese espejo de luz que muestra y alumbra el interior de nuestra vida, para poder encontrar en ella todo aquello que lo ofende, que lo golpea, que de Él se burla, de esas cosas repetitivas que ni siquiera se intenta superar, aumentando su cansancio, su carga y su dolor.
Padre, te ruego que me des la gracia de llorar por mis pecados, para encontrar en ella mi miseria y tu infinita misericordia. Te ruego que esto quede marcado en mi alma para que, cada vez que me sienta soberbio, vanidoso, orgulloso o antes la puerta del pecado, me acuerde de mi indignidad y mi nada como ser humano, marcando mi miseria, y me acuerde de tu infinita misericordia, que hace resucitar a los muertos con la fuerza de tu amor, que limpia y purifica, y me sientes en la silla de tu mesa haciéndome hijo tuyo, hombre auténtico, que camina con la dignidad de un verdadero discípulo de Cristo.
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3.8. Octava Estación: Jesús exhorta a las mujeres de Jerusalén

Las mujeres se golpeaban el pecho y se lamentaban por Jesús. En esta estación estalla el dolor y la desesperación por un gran hombre que hace muy poco tiempo fue proclamado Rey y Señor, y ahora está reducido a un despojo humano que camina sobre sus heridas en una masa humana cansada y sin rostro.

Aquí profetiza el martirio de los verdaderos cristianos. Aquí marca el verdadero significado de aquellos que sinceramente lo siguen, porque dice que no lloren por él, sino, que cada uno llore por sus propios pecados. Exhorta, de un modo terminante, dejar la superficialidad y la sensiblería, y comenzar a mirarse, con total seriedad y sinceridad, uno mismo.

Es muy fácil mirar desde afuera un Vía Crucis, y no cuesta tanto esfuerzo sentir dolor por un hombre tan maltratado en este horrible camino de la muerte y la injusticia. Lo que más cuesta, es seguir a Jesús en el verdadero camino del dolor cargando su cruz rumbo a la muerte.

¿Quién está tranquilo por ser un buen cristiano? ¿Qué fue de aquel joven rico que decía cumplir todo cuando, en vez de seguir a Jesús, siguió a su riqueza, dándole la espalda a la vida eterna que tanto buscaba?

Algunos creen que Jesús solo se refiere a una pobreza espiritual, independiente de las riquezas terrenales, como si lo hubieran visto llevar la cruz en una carroza de oro, lleno de sirvientes. Aquí no importa cuanto se tenga, como tampoco importa si lo que se tiene, se lo vende, se lo regala o simplemente se lo abandona, como aquellos pobres pescadores que dejaron la riqueza de su barco y sus redes en la costa, para seguir a su maestro. Seguir a Jesús es cosa de hombres y mujeres auténticos, esto no es para cualquiera, y tan solo es el inicio del camino porque luego cada discípulo deberá correr la suerte de su maestro y esto es lo que él profetiza en esta estación, sabiendo que la cruz de sus seguidores sería dibujada con el dolor del martirio, cuando eran muertos a pedradas o comidos vivos por fieras salvajes o quemados hasta la muerte, torturados y crucificados.

Esto causa dolor y espanto, como también causa admiración la valentía en estos mártires, que aún sabiendo la suerte que corrían, proclamaban a Jesús y morían con alegría alabando a Dios.

Hace poco, en un grupo de oración, se discutía un hecho. Una persona marcaba la necesidad de colaborar con la limpieza del salón de la capilla, porque no había quien lo haga y, como sacrificio, esta persona junto a otras, hicieron un fondo en común generando un pago monetario a otra, para que se encargara de la limpieza. Unos no estaban de acuerdo que esto se lo tome como sacrificio cristiano, mientras que otros asentían justificando que se lograba una fuente de trabajo cumpliendo dos objetivos, la capilla limpia y la ayuda al prójimo.

Lo que no me quedó claro es el carácter redentor de este sacrificio. Estoy totalmente de acuerdo con este gesto, que ayuda al prójimo, porque es necesario que estas cosas se hagan cuando se dispone de capital monetario, aunque sea muy pequeño. Pero este gesto sería mucho más provechoso si se hubiera realizado en otro lugar y no en la capilla. Además de esto, aquí es muy pobre la obra de caridad, porque no se está haciendo otra cosa que pagar un trabajo, y esto no tiene nada de extraordinario. Por otro lado, ¿dónde está el sacrificio? Sacrificio, significa muerte, significa dolor. En este camino del Calvario se está sacrificando a un Cordero.

Si Jesús hubiese pagado a alguien para que lleve su cruz y muera por Él. ¿Podría haber redención? ¿Tendría significado el cristianismo? Jesús nos enseña, más que a donar, a donarse.

Concluyendo el tema de la limpieza podemos afirmar que no es nada agradable asistir a una capilla cuando no se siente la presencia de Dios, por más limpia y brillante que se encuentre. Pero que hermoso es cuando los hermanos se donan con alegría, en silencio y con amor, aunque limpien tan sólo dos mosaicos, y hagan presente el brillo, la luz y la limpieza de la presencia de Dios, que limpia, ilumina y da luz a nuestra vida, aunque estemos de pié sobre un piso mal barrido.

Hoy la cruz de la mayoría de los cristianos es tan liviana que se la puede pesar en la balanza, de la droguería, de una farmacia, y esto da como resultado la enorme vergüenza de proclamar a Jesús y de participar en la liturgia de la palabra, como en tantas otras cosas de Dios. Habría que pensar si verdaderamente estamos en el camino de Jesús.
Ven Espíritu Santo. Ven Espíritu de Dios. Ven Espíritu Paráclito. Ven, dulce huésped de mi corazón. Ven, dulce alivio en mis penas. Ven, suave caricia que consuela y ama, y toma toda mi vida, todos mis temores, mis miedos, mi impotencia, porque realmente no me siento hombre, y me da vergüenza ser tan cobarde y tan miserable. Aquí puedo llegar a entender que es imposible que el ser humano, en sí mismo, pueda tener lo que se necesita de hombría para seguir a Cristo. Te ruego Espíritu Divino que llenes toda mi vida de tu presencia, que la renueves diariamente transformando mi miseria, en un verdadero hombre y fiel discípulo de Jesús, mi Señor. Bendito y alabado seas, Dios, mi Señor, porque lo que para el ser humano es imposible para Ti es tan simple que tan solo con tu palabra lo haces posible.
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3.9. Novena Estación: Jesús cae por tercera vez


En esta estación, se muestra la resignación de aquel que ya está pronto a la muerte sin remedio. Aquí se muestra la impotencia, en su máximo nivel, de los que aman a Jesús. Él ya sufrió demasiado, la muerte ya está golpeando su cruz y la esperanza de los cristianos. Ya no hay nada que se pueda hacer, porque ante la debilidad de Jesús, va creciendo la fuerza de sus verdugos y la expectativa de aquellos que fueron a ver el espectáculo de la crucifixión.

Esto me hace acordar a aquellos enfermos de terapia intensiva, de aquellos que son víctimas de experimentos médicos totalmente irresponsables que se olvidaron de su juramento hipocrático y guardan fidelidad al código de comercio. Pienso en los que participan y hacen posible los abortos, masacrando y descuartizando pequeños niños indefensos dentro del vientre del Calvario. Pienso en aquellos abuelos que han dado todo por sus hijos y hoy yacen abandonados en asilos y geriátricos esperando la muerte. Pienso en aquellos niños abandonados a la suerte del mundo, sin el calor de una familia ni la protección de un hogar. Pienso en aquellos hijos de padres divorciados, que son tratados como mercadería de cambio por padres totalmente egoístas, que solo buscan su bienestar individual. También pienso en el mercado de niños y en el comercio de órganos. En aquellas víctimas de violaciones y sobre todo los niños.

Todo lo que el mundo tapa, silencia y esconde, no pasa desapercibido ante la presencia del Todopoderoso, que tiene predilección por estos sufrientes mártires de la neociencia y de las ideologías, en la irracionalidad del mundo.

¿Cómo se puede escapar de la justicia de Dios en estas cosas que no tienen reparación, por ser totalmente irreversibles? ¿Cómo se puede hacer una propuesta de enmienda? ¿Por qué la voz de los cristianos no se oye cuando se promulgan estas leyes del demonio? ¿Por qué tantos cristianos han apoyado la ley del divorcio, en el plebiscito nacional? ¿A qué Cristo siguen? ¿Cómo actuaremos frente a la pronta ley del aborto? Si alguien duda de algunos de estos hechos traten de encontrar a María, Madre de Jesucristo, en alguno de ellos.
María, madre de Jesucristo, me da vergüenza dirigirme a ti luego de estas cosas, y me da miedo dirigirme al Padre, por eso suplico tu ayuda, y con un dolor muy amargo y una decisión de cambio, te pido perdón a Ti, le pido perdón a todos los Apóstoles de Jesús, le pido perdón a todos sus Santos, les pido perdón a todos los Mártires, les pido perdón a todos los Ángeles y Arcángeles de Dios fieles a Él, les pido perdón a todos los Serafines y Querubines del Señor, les pido perdón a todos los Tronos y Potestades de Dios, les pido perdón a todas las víctimas del pecado, les pido perdón a todos los seres humanos, les pido perdón a todos los que aman a Dios, y están a su servicio, en la tierra, en el purgatorio y en la gloria de Dios. Y ruego a todos, que intercedan por mi ante Dios nuestro Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de mí. Perdón Jesús, perdón Espíritu Santo, perdón Padre. Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten piedad de mí y perdóname. Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme, porque me declaro culpable de mi pecado y estoy arrepentido.
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3.10. Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Este ropaje y su corona de espinas que le han quitado, forman parte de las vestiduras de la burla que se ha usado para ridiculizarlo como un falso Rey. Las espinas de la corona estaban metidas en su cabeza, el manto estaba pegado a su cuerpo por medio de las heridas que lo cubrían totalmente. Tanto la corona, como el manto, fueron arrancados de un tirón, dejándolo nuevamente en carne viva y con un espantoso dolor.
Jesús, te ruego, mi Señor, que me despojes, con la suavidad de tu amor, de todo ese ropaje que me hace sentir autosuficiente, que me hace sentir rey por mí mismo, de mi soberbia, de mi orgullo, de mis vicios, de mi pereza, en fin, te ruego, que me despojes del hombre viejo y me revistas del hombre nuevo hecho a imagen y semejanza de Dios, porque, Jesús, solo tú eres mi Señor, solo tú eres mi Rey, solo tú eres mi Dios en la unidad del Padre y del Espíritu Santo.
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3.11. Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz


Pusieron la cruz vertical, apoyada en un árbol, y ataron a José, que hacía de Jesús, a la misma, apoyándose encima de unos tacos de madera. Luego, mientras meditábamos, comenzaron a golpear la cruz con una maza de madera, como símbolo de la introducción de los clavos en el cuerpo de Jesús.

Ya era cerca de las tres de la tarde, estábamos en ayunas y el ruido de los golpes encendía en algunos un arranque de llanto que se apagaba inmediatamente.

Los malhechores insultan a Jesús, otros se le burlan, algunos veían que el espectáculo se terminaba, muy pocos lo reconocían como el Mesías, como también eran muy pocos los que lo amaban. Se estaba realizando la primera misa cristiana de la historia. El castigo de Dios estaba a la puerta, al mundo y a todos sus habitantes les quedaban muy pocos segundos de vida. Tan solo, Jesús, debía dar la señal para que caiga la fuerza de Dios y haga desaparecer nuestro planeta del universo y condene a todos los vivientes al sufrimiento eterno.

¿Quién se merece el perdón? El Cielo estaba con la espada en alto a punto de dar el golpe al mundo, cuando Jesús, con todo su amor, le dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Creo que esta oración, ha conmovido al Cielo, y ha hecho llorar de gozo al Padre eterno.

El amor, entre el Padre y el Hijo, ha llegado a su nivel máximo en la historia de la creación. La alegría del Padre por su hijo, es tan grande que se olvida de los pecados del mundo, porque estos, aunque son tan grandes, se hacen tan pequeños que desaparecen ante la magnitud del amor del Padre a Jesús.

Este es el momento más importante en la historia. Pedir perdón por toda la creación del Padre, tan solo por amor a Él, y sin tener en cuenta sus dolores y todo lo que estaba padeciendo, tan solo por amor al Padre.

El mundo llegó a su máximo nivel de locura y esquizofrenia, y no sabe lo que hace. El hombre, al olvidarse del Dios verdadero, ha perdido la armonía universal con la cual fue creado. No puede reconocer al Hijo del Creador, porque está mareado con tantos falsos dioses creados desde su propia corrupción, fruto de una mente enferma, que anula al corazón y se desconecta de él.

Jesús, por su gran amor al Padre, nos ha perdonado a todos, y se ha ofrecido como víctima del sacrificio que se eleva al Todopoderoso desde toda la creación, en el doloroso e irracional altar del Calvario, transformándose en el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo y en el sacerdote divino que se ofrece así mismo por todos y cada uno de nosotros.

El Padre, por su gran amor a Jesús, nos ha perdonado a todos solamente por su hijo Jesucristo, y por nada ni nadie más.

En cada Misa de nuestros días se repiten totalmente estos hechos, con la diferencia de no verse la crueldad del Calvario, porque Jesús, en el Sacerdote, y desde la simpleza del pan en la Sagrada Eucaristía, se hace presente y ruega al Padre por nosotros.

En nosotros, en cada Misa, también se repiten los personajes que rodeaban a Jesús en el Calvario, y según nuestras actitudes, en ella podemos saber si estamos entre la gente que lo ofende, que lo insulta, que lo golpea, entre la gente que tan solo va a ver un espectáculo, entre la gente que reniega de Él en los sacerdotes, entre aquellos que entran y salen sin ninguna novedad ni propuesta de cambio, o en aquellos que lo aman y los que verdaderamente lo buscan, como en el caso de la Verónica, de las mujeres de Jerusalén, de su madre María o de su discípulo Juan.

Dentro de esta estación, también podemos recordar las actitudes de dos delincuentes que fueron crucificados junto a Él. Cada uno de ellos llevaba una cruz que, tal vez en su forma, era idéntica a la de Jesús pero no era la de Él, sino que eran otras cruces que condenaban delitos. Aquí se ponen de manifiesto varias razones, una de ellas, es que se ha dado la misma pena capital a dos hechos totalmente diferentes.

Para el caso de los delincuentes existía una ley de condena que los hacía morir en una cruz.

Para el caso de Jesús, según las leyes romanas, no existía causa de condena y dentro del pueblo judío y en todas sus autoridades existían los mandamientos de la Ley de Dios que, dentro de ellos, se expresan categóricamente y con total claridad: No matar, no levantar falso testimonio ni mentir. Y basándose en la transgresión de los mandamientos de Dios, han condenado a Jesús en nombre de Dios y, mientras unos se lavaban las manos en algunos palcos y otros en las sinagogas, “se estaba haciendo justicia”.

¿Dónde está la capacidad del hombre en administrar justicia, cuando se aparta de Dios? ¿Es justo condenar a muerte a algún delincuente, ya sea por la cruz o por cualquier otro medio? El cristiano que está unido a Cristo del mismo modo que una rama está unida al árbol, entiende que no.

Es por estas razones que hoy existe una necesidad urgente de la participación activa de los cristianos, unidos a Cristo, en las causas sociales y políticas de un país y de incluir a Dios, como fundamento y luz, en la constitución del mismo, como también exigir gobernantes con conciencia y corazón cristiano.

La iglesia de Cristo no debe estar reducida al espacio físico del lugar donde se celebran las misas, porque la Iglesia es el Pueblo de Dios, y cada uno de sus integrantes tiene, entre tantos otros carismas, el triple carácter de, Sacerdote, Profeta y Rey.

Aquí no existe el Cesar porque vivimos en democracia, aquí solo existe hipocresía cristiana.

Solo se puede ser Rey, según el regalo de Dios, cuando nos sentamos en la silla de la derecha de Jesús y reinamos y gobernamos en él y no desde el sillón del poder del mundo, que no conoce de justicia.

Otra de las razones, que aparecen en estos hechos, es la del delincuente crucificado que tienta a Jesús y le exige que, si verdaderamente es el hijo de Dios, que se baje de la cruz y lo salve, olvidándose de la naturaleza de su propia cruz y de los padecimientos de Cristo. En esta actitud muchas veces me he sentido identificado, consciente o inconscientemente, como si Jesús tuviera la culpa de no salvarme de mis propios padecimientos. A estas actitudes Jesús no da respuesta, tan solo sufre en silencio.

La otra razón es la actitud del delincuente que padecía en la cruz vecina, que le exhorta al primero, diciendo si no tenía temor de Dios al dirigirse de ese modo, sabiendo que Jesús fue condenado sin culpa alguna, mientras que ellos dos estaban purgando delitos cometidos. Luego se dirige a Jesús y le pide que se acuerde de él cuando esté en su reino. Este delincuente proclama a Jesús como hijo de Dios, reconoce sus culpas, acepta su padecimiento y le ruega misericordia. A estas actitudes, Jesús responde inmediatamente y de una forma terminante: “Yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”.
Sea alabado, por siempre, el nombre de Jesús, hijo del Altísimo, nuestro Señor.
Te ruego, mi Señor, que me ayudes a encontrar mis culpas y me permitas, Señor dueño del tiempo, viajar hacia ti en el monte del Calvario y encontrarte colgado en la cruz, y al verte tan dolido, torturado y sufriendo tanto, es posible que mi cruz y mis dolores sean tan pequeños comparados con los tuyos, que me daría vergüenza presentarlos en ese altar del verdadero dolor y de la muerte, la gente se reiría de mí pero con razón.
Te ruego, mi Señor, que me perdones por todo aquello que te he ofendido y por todas las culpas de mi vida, y que tengas misericordia de mí y me ayudes a aceptar mi dolor que bien merecido lo tengo.
Te ruego, mi Señor, que tengas piedad de mí y me perdones por culparte de mi dolor, porque viéndote en la cruz me doy cuenta que el mismo que me está haciendo sufrir a mí es el que te hizo sufrir a Ti, y busca enemistarnos.
Señor, tenemos un enemigo en común y no me daba cuenta, me he dirigido muy mal a Ti como el primer delincuente, y ahora, gracias a tu amor, te ruego: Señor, acuérdate de mí en tu reino. ¡Gloria a Ti Señor!
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3.12. Duodécima Estación: Jesús agoniza y muere en la cruz

Al pie de la cruz de Jesús estaba su madre, María, y su discípulo Juan. Quién puede ni si quiera imaginar con qué dolor y sentimientos. Ya se estaba apagando la luz. Se estaba acercando el fin, y todavía le quedó fuerza para consagrar a su madre como madre de Juan y, en él, como madre de todos los cristianos, y para consagrar a Juan como hijo de María y, en él, a todos nosotros. Luego de un salmo elevado al Padre, le encomienda su espíritu y muere. Le abren con una lanza el pecho atravesando su corazón y confirmando su muerte.

Ya no había nada que ver porque ¿a quién le importa un muerto? Aquí comienza el carnaval. Algunos se iban golpeándose el pecho con un terror espantoso, otros se jugaban a los dados sus vestiduras y se divertían disfrazándose con ellas como verdaderos payasos, unos pocos sufrían con dolor y se retiraban con una tristeza profunda y unos muy pocos se quedaron con María y Juan en este velorio público del más pobre de los pobres.

Esto me hace acordar del miércoles de ceniza y del tiempo de cuaresma. Hoy ya no se estila hacer ayunos ni abstinencias, porque parecen ser cosas de otros tiempos que han quedado sepultadas en la historia. Hoy se reemplazan, estas cosas y los sacrificios, por un mísero sándwich de mortadela como limosna redentora. ¡Qué poco que vale el Cielo! La entrada a los corsos sale más cara. ¿Qué podemos cambiar, si ni siquiera nos miramos un poquito por dentro? ¿Cómo podemos fortalecer nuestra voluntad, si no hacemos un poco de abstinencia? ¿Cómo podemos templar nuestro espíritu, si no hacemos ayunos ni siquiera un par de días en el año? ¿Cómo podemos entrar en discusiones si podemos, o no, comer carne, transformando el camino del Calvario en una simple regla de cumplimiento ético?

En estos tiempos el cristiano ha aprendido a simplificar las cosas, cumple con la celebración del miércoles de ceniza y, ni bien sale del templo, se limpia la frente con un pañuelo y sale a festejar el carnaval como cualquier hijo del mundo. Cristiano, ¿quién es tu Cristo?

Hoy existen muchas personas que hacen ayunos forzados, por que no tienen qué comer, fruto de la injusticia del hombre que come y le sobra. El cristiano se identifica por ser el pobre que enriquece a muchos, mientras que muchos ricos tienen a costa del empobrecimiento de otros.

En estos tiempos, del dolor, debemos estar con María y pedirle que sea nuestra madre, al consagrarnos a ella como sus hijos, para que nos ayude y nos sostenga cuando nos sentimos solos y lo sentimos muerto a Jesús. Al morir Jesús, nos dejó a su santa madre también como madre nuestra. La llenó de gracias y dones, transformándola en el Auxilio de los Cristianos, en la Madre del Perpetuo Socorro, en la Rosa Mystica, en la Medalla Milagrosa, en la Reina de la Paz, entre muchas otras advocaciones totalmente verificadas y respaldadas por tantos testimonios. Junto a ella, encontraremos hermanos y hermanas verdaderamente sinceros que nos harán vivir, junto a nuestra madre María, un auténtico amor fraterno, viviendo y esperando en Jesús. Aquí me acuerdo de la canción que dice: Los que esperan en Jesús, como las águilas sus alas levantarán, caminarán y no se cansarán, y correrán no se fatigarán, nueva vida tendrán los que esperan en Jesús.

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3.13. Decimotercera Estación: Jesús yace muerto en los brazos de su madre


En la representación del Vía Crucis, José estaba acostado en el suelo, del mismo modo que estaría un muerto, con la cabeza en los regazos de Fátima, de Corrientes, que representaba a María.

Luego de meditar en esta estación, fuimos invitados a hacer un acto de adoración a Jesús, en la persona de José. Como era el que estaba más cerca fui el primero, y luego me aparté para dar paso a todos los otros. Este hecho me dio tiempo de apartarme unos pasos del grupo, permitiéndome mirarlos a todos.

En este lugar había muchos árboles y el piso de tierra estaba cubierto de pastos. Lo que más me llamó la atención fue la mirada de los presentes, tenían una mirada muy especial, estaban esperando algo, del mismo modo que aquel pequeño niño espera, cuando su globo se le ha escapado de las manos y se pierde en las alturas. Era una tristeza irracional. Se ha muerto la vida. Se ha muerto la esperanza. Algunos se apoyaban en algún árbol y otros estaban semiocultos entre la maleza, y con los ojos apuntados a Jesús estaban mirando al infinito.

De ahora en más se dispersarán en el mundo como verdaderos refugiados de guerra o como pequeñas ovejitas sin pastor, cada cual a su suerte. Si el Espíritu Santo no nos consuela, el cristiano viviría permanentemente con la tristeza de la muerte.

Aquí se muestra con total claridad la misión del cristiano, que consiste en salir a la búsqueda de sus hermanos, como también se muestra el ministerio más extraordinario de María, que es la de reunirnos, a todos, en nombre de Jesús. Entonces todos nosotros, juntos en María y formando una verdadera familia, esperamos en el Señor, para que levantando las alas como las águilas, caminemos con pasos muy firmes, y sin cansancio, en esta nueva vida hacia la eternidad.

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3.14. Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado

Nació pobre, vivió pobre y murió pobre, siendo el rey de la riqueza, soportó con fortaleza los dolores de la vida, y amó a esta tierra sumida de alegrías y tristezas. Su cunita de recién nacido era un pequeño colchoncito de pastos, que alimentaban a los animales de un pesebre, su ataúd fue una cruz que lo sujetaba con clavos, luego fue el piso del calvario en los brazos de su madre. Le tuvieron que prestar una tumba para poder ser sepultado, lo envolvieron en una sábana y allí lo dejaron.

Hoy existe una sábana que vuelve locos a los llamados científicos. ¿Qué quieren encontrar en ella? ¿No era tan solo el ropaje que se le ponía a un hombre muerto? Sea o no, él la abandonó en el sepulcro para vestir de una vez y para siempre el extraordinario ropaje del verdadero Rey Celestial que le ha regalado su Padre, el Todopoderoso y, en Jesús, el Padre nuestro.

Jesús jamás fue del mundo y jamás pudo ser doblegado por los que ejercían el poder, entonces intentaron controlarlo cuando estaba muerto sellando su tumba con una gran piedra.

Es importante pensar en las actitudes del cristiano frente al mundo, en sus propuestas, en la corrupción, en los estilos de vida, en la pluralidad, en la obediencia de leyes que marcan un camino opuesto al de Cristo, en las guerras, en las coimas y sobornos, en los falsos testimonios, en el adulterio, en la moda y conducta del hombre del mundo, en los ideales no cristianos y sus ideologías, en los miedos y omisiones que impiden luchar por la justicia. En tantas otras cosas que marcan caminos diferentes con una total ausencia de María, que solo alienta a los cansados de la cruz en el camino de Cristo.

El pluralismo es el criterio del mundo y significa tomar distintas posturas frente a un mismo hecho, pero esto es muy malo para una comunidad o pueblo cristiano porque no se pueden tomar distintas posturas frente a una misma esencia que es Cristo. En una comunidad cristiana debe existir Pluriformidad, que significa tomar una sola postura que es Cristo y en él asociar los distintos modos de ver la realidad, entonces se discuten métodos e ideas pero se camina juntos hacia un mismo fin.

El pluralismo causa divisiones en las iglesias, haciendo que muchos grupos se separen y tomen solamente sectores de ella, transformando su fe en una secta. La pluriformidad marca el nacimiento de varias congregaciones, grupos y órdenes religiosas de una misma iglesia que, dentro de la variedad de carismas, formas de vivencias e ideas diferentes, se camina juntos hacia un mismo fin compartiendo el pan en la misma mesa, del mismo modo que en la vivienda de una familia numerosa, que tiene muchos compartimentos pero un mismo Padre y madre únicos, una sola mesa en común, donde se comparte el pan cotidiano y celebran y festejan, juntos y unidos, las cosas más importantes de la vida.

Debemos morir a todas esas cosas malas, debemos morir al pecado y en esto morimos al hombre viejo, dejándolo clavado en la cruz de Cristo a la espera de que su madre y sus discípulos nos sepulten en su tumba, esperando la pronta resurrección del hombre nuevo con el ropaje de Cristo, y dejando las vestiduras del muerto hombre viejo para la confusión del necio hombre de mundo.

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3.15. Última estación: frente al Santísimo


En esta estación ya todos están cansados, quieren que esto se termine rápido porque consideran que ya hicieron mucho por Cristo, quieren que se termine para regresar cada cual a sus actividades particulares. Las fuerzas físicas ya no quieren acompañarnos y con ellas la paciencia.

Esta es la estación del Jesús sin rostro, del Jesús que se muestra en los otros, del Jesús que en su forma externa confunde a los cristianos, del Jesús que debe dar prueba de Sí mismo mostrando sus llagas, partiendo el pan, hablando al corazón.

Este es el Jesús, que para redimirnos, ha tomado el rostro y el cuerpo de todos y cada uno de los humanos, porque solo en Él se puede encontrar perdón, solo en Él se puede llegar al Padre. Este es el Jesús que confunde a los cristianos. Este es el auténtico y único Cristo. Este es Jesús, el que espera a sus discípulos en el cuerpo y en la vida de los mutilados por el mundo, de los necesitados, de los perseguidos por su causa, de los sufrientes, de los débiles, de los inocentes, de los abandonados a la suerte del mundo.

Esta es la estación de los verdaderos amigos de Jesús, de los que en él esperan, de los que buscaban a un muerto y se encontraron con el sepulcro vacío.

Esta es la estación de los que todavía tienen algo para ofrecerle al Señor. Ya le hemos entregado todos nuestros pecados, pero nos queda el cansancio. Le entregamos nuestro dolor, pero nos espera la vida del mundo. Le hemos entregado el hombre viejo, pero todavía nos quedan compromisos privados. Nos hemos entregado a nosotros mismos, pero tal vez nos hemos olvidado de nuestros familiares, nuestras viviendas, nuestros amigos, nuestros proyectos. Ya no me quedan ganas de pensar ¿a dónde se habrá ido mi razón? Tal vez se ha quedado clavada en la cruz, o tal vez está en el sepulcro junto a los vestigios del hombre viejo a la espera de que la encuentren para volver locos a aquellos que quieran encontrar algo milagroso en ella.

Jesús ya ha vencido a la muerte, ha vencido al dolor, ha sometido y ha puesto a sus pies al mundo, al infierno y al demonio con todos sus ángeles y poderes. Ya nada de estas cosas tienen poderes sobre nosotros. Jesús nos ha liberado de todo. En su cruz quedó clavado nuestro hombre viejo, nuestras esclavitudes, miedos. Ya no somos del mundo y hemos muerto al pecado, el pecado ya no tiene poder sobre nosotros porque lo que obedecía al pecado y se sometía a él ya está muerto y clavado en la cruz. ¡Somos Hombres Nuevos! ¡Aleluya! ¡Somos Hijos de Dios! ¡Hosanna! ¡Somos Todos de Jesús! ¡Bendito sea su Nombre!

Esta es la estación de la Esperanza y de la Luz. Es la estación de la Redención y de las Bienaventuranzas.

Este es el momento en que decimos:

Al pecho llevo una cruz y en mi corazón lo que dice Jesús.

Aquí nace la alegría y el consuelo y sentimos dentro de nosotros el amor del Padre, en esa brisa tierna que toma nuestro ser, abre de par en par las puertas de nuestro corazón hacia el Todopoderoso y empuja nuestra lengua y nos hace dirigir nuestra voz hacia Él llamándole Abba.

Esta es la estación del Espíritu Santo, del Paráclito, del amor del Padre, del amor de Jesús. Esta es la estación del dulce Maranatha y del encuentro con María y nuestros hermanos con el feliz Shalom. Es la estación del Amen en el hombre nuevo a imagen y semejanza de Dios.
Santo es el Señor, mi Dios, Digno de Alabanzas.
A Él el poder, el Honor y la Gloria.
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